-¿En qué consiste tu misión, si puede saberse?-pregunta
Álvaro. Si hubiese hecho la pregunta dos segundos más tarde, me hubiera
adelantado.
-Bueno, es más bien un plan que he pensado. No puedo dejar
que maten a esos pobres niños. Esto es lo que quiero hacer-dice-: primero, me
acercaré a la chabola a por ese reproductor de hologramas. Y después… intentaré
avisarlos. No digo que vaya a enfrentarme a mi hermana. Sólo les avisaré. Si reuniésemos
a los suficientes chicos como para crear una especie de guerrilla… El gobierno
tiene bombas nucleares, armamento… pero ellos no conocen esta zona. Podríamos
encontrar un sitio para escondernos e intentar sobrevivir. Esta zona es grande.
Antes era considerado un continente. Lo leí en un libro del instituto. Creo que
se llamaba África.-Oh, sí. Había escuchado que era una zona rica en petróleo,
diamantes… pero cuando ya no pudieron sacar más, empezaron a utilizarlo como
vertedero. ¿De verdad esto es África? La verdad es que me cuadra.
-¿Podríamos?-pregunta Álvaro. Hoy está de lo más preguntón.
Aunque, bien pensado, nunca le gusta nada de lo que propone Samuel.
-Yo me quedo. Prefiero vivir aquí antes que en una sociedad
que se las da de “perfecta” pero luego mata a niños que no tienen la culpa de
ser diferentes. Se está cometiendo una atrocidad, y quiero hacer algo para
ayudar, lo que sea. Aunque eso suponga estar en el bando contrario a mi
hermana. Ana… no es como yo había pensado. Casi mata a su propio hermano. Lo
repito, no tenéis que venir conmigo si no queréis, pero seríais de mucha ayuda.
-Pues yo me apunto.-digo.- Me parece una causa muy noble, yo
también quiero formar parte de ella.- No quiero admitirlo, estoy saliendo con
Álvaro, pero me gusta la idea de ir de viaje con Samuel.
-Ella… ¿Podemos hablarlo?- dice Álvaro. Ya estamos otra vez.
Pasó igual cuando fuimos en busca de la hermana de Samuel. Bueno, no salió muy
bien, la hermana es una psicópata, pero empezamos a salir juntos.
-No quiero hablarlo. Quiero ir. Estamos perdiendo tiempo. Y
eso es lo que no tenemos. ¿Quién sabe a cuántos niños habrán matado ya? ¿Y
quién sabe si no están viniendo ahora mismo hacia aquí?
-Pues yo no pienso ir. Así que tú dirás. O yo, o el perfecto
y su plan suicida. ¿De verdad creéis que podéis luchar contra el gobierno?
¿Unos cuantos niños, algunos quién sabe qué impedimentos tendrán? ¿Y no habéis
pensado en que algunos serán salvajes? ¿Tan mal vives aquí conmigo como para
querer morir a los quince años?
-Álvaro, sabes que te quiero… pero no puedes hacerme elegir.
Salvar nuestro mundo, en el que vivimos, en el que podemos ser nosotros mismos,
en el que nadie se burla de nosotros ni nos rechaza por ser como somos, me
parece más importante que nosotros mismos. ¡Por Dios, sólo somos niños! Y los
demás son como nosotros.
-Bueno, pues entonces olvídate de mí. Hemos terminado.-dice,
y se va hacia el bosque.
-¡No!-grito, y le cojo por la camiseta.- Por favor, ven con
nosotros…
-Es inútil, Ella. Lo único que conseguiréis es que os
masacren a todos. Ven conmigo y huyamos, escondámonos y vivamos juntos el resto
de nuestras vidas.-me dice. La verdad es que esa vida me encantaría. Él y yo,
solos otra vez… Pero sería de cobardes. Miro a Samuel, que parece que confía en
mí. No parece dudar ni un segundo de lo que voy a hacer. Es extraño que en tan
poco tiempo me conozca tan bien. Aunque yo también le comprendo bastante bien. Vuelvo
a mirar a Álvaro, que me sonríe.- Yo te quiero.-me dice. No se me pasa por alto
que es la primera vez que me lo dice. Me pongo de puntillas y le doy un beso.
Este no se parece ni al primero ni al de esta mañana. Hace que me recorra un
cosquilleo en el estómago. Pongo las manos por detrás de su nuca y lo atraigo
hacia mí. No quiero irme. Quiero volver a vivir tranquila, aquí con Álvaro.
Pero no puede ser. Tengo muy claro lo que tengo que hacer. Me separo de él con
violencia. ¡Nadie va a decirme lo que debo o no debo hacer! Y menos cuando hay
otras vidas que dependen de mí, porque dudo mucho que Samuel lo consiga solo,
por mucha fuerza de voluntad y ganas que le ponga.
-Yo también te quiero, más que a nada en el mundo.-confieso-
Pero si no estás dispuesto a dejarme hacer esto, vamos a tener que dejarlo. Me
has hecho elegir entre tú y el resto del mundo imperfecto. Pues elijo al mundo
imperfecto.- me mira a los ojos durante al menos veinte segundos. Yo solo
pienso: “no llores, Gabriela, no llores”. Empieza a meter cuchillos, cuerda,
una estera y algunas cosas más en su bolsa. Me da un último beso y se va para siempre.
Ahora si permito que se me escape una única lágrima, que cae rápidamente por mi
mejilla. Samuel se me acerca, me la limpia y me da un abrazo.
-Ya volverá cuando se dé cuenta de lo que ha perdido. Y
ahora, vamos a empaquetar las cosas y… ¡Allá vamos!-propone con alegría.
-Samuel, si vamos a hacer esto hay que hacerlo en
condiciones. Hay que ir al vertedero a por cosas. Sólo tenemos una mochila, y
necesitamos dos. Si atrapan a uno, el otro no se puede quedar sin provisiones.
También necesitamos más cuchillos, Álvaro se ha llevado tres, y sólo nos queda
uno. Una estera también estaría bien, no podemos acarrear los colchones y no
cabemos los dos en la que queda.- sonrío con melancolía al pensar en el último
incidente con las esteras.- También necesitamos conseguirte algo de ropa. Bien
pensado, puedes coger algo de Álvaro. No podemos irnos a un viaje de duración
indefinida con un conjunto nada más. Reza para que lo encontremos todo.
-¿Te imaginas que encontrase mi ropa de la temporada pasada?
Sería gracioso. Y no tendría que ponerme la de Álvaro.- oh, es verdad, estos
perfectos desechan ropa sólo porque ya no está a la moda.- ¡No, peor! Ropa de
mi hermana. Bah, seguro que estaría guapo de todas formas.-no puedo evitar
reírme. Que se imagine con ropa de chica vale, pero con ropa de chica diez
tallas más pequeñas de la suya… Y encima dice que estaría guapo de todas
formas. Este Samuel…
No hay comentarios:
Publicar un comentario