-Bueno, si de verdad quieres entender de verdad la historia
que voy a contarte, mejor empiezo desde el principio, desde cuando me
dejasteis. Antes de empezar, quiero advertirte que Ana no era como yo creía, ni
Víctor como creías tú. Te parecerá increíble lo que te voy a contar, pero tú
eliges si creerme o no. Allá voy. Cuando me dejasteis, corrí hacia la chabola
para irme de allí de una vez. Si no salía pronto de allí, corría el peligro de
no poder superar el impulso que me tentaba a volver a buscarte. Cuando llegué,
mi hermana y el otro estaban discutiendo. Se les vía y oía perfectamente por la
ventana.
-¿Qué sugieres entonces? ¿Le matamos?-decía mi hermana.-
¡Pero por Dios, si es un perfecto! No hemos venido aquí para matar a perfectos,
sino para encargarnos de la escoria.-dijo, poniendo cara de asco al pronunciar
la última palabra.
-Sospecha algo, lo presiento. Y Gabi también. Con el otro
chico es difícil de saber. Siempre pone cara de mal humor. No podemos dejarles
marchar a ninguno. Eso no entra en los planes del gobierno. El perfecto no
tiene por qué morir. Además, puede contarnos muchas cosas.-dijo, esbozando una
sonrisa de sádico.-Lo que haremos por ahora será encerrarlo y ya pensaremos en
la mejor manera de conseguir que nos diga dónde viven los demás. Y no sólo Gabi
y el chico, sino los otros. Quizá se mantengan en contacto y no lo sabíamos.
También puede contarnos cómo han sobrevivido. Si cortamos las fuentes de
alimentos, los que se nos escapen morirán de hambre.
Yo no entendía sus palabras, pero algo me había quedado
claro. Querían torturarme. Y lo hicieron. Bueno, Ana, porque Víctor nunca
estaba presente en las sesiones de tortura. Con lo que ellos no contaban es con
que nunca, nunca, nunca, les diría dónde estabais para que viniesen a mataros.
Y de lo demás, no sabía nada. Me preguntaron por los salvajes, y por otros
chicos que no conozco. Lo terrible de todo es que era mi propia hermana, a
quien yo había venido a buscar arriesgando mi propia vida, la que me torturaba.
Tenían una máquina… bueno, no querrías saber eso. Víctor se limitaba a mirar y
a preguntarme, grabándolo todo con su cámara. Creo que era una cámara. Nunca
había visto nada igual. Un día, después de la sesión matutina de torturas (hoy
habían sido agujas en los dedos de los pies), habían hablado sobre ayuda del
gobierno. Me escapé. Si así eran ellos, ¿Cómo serían los ayudantes del
gobierno, supongo que mayores, y que no me conocían? Me vestí con uno de sus
uniformes (vestido de negro sería más fácil camuflarme por el bosque, y además,
estaba en ropa interior) y salí corriendo, pero Ana me pilló.
-Dinos lo que queremos saber-me dijo- y te dejaré marchar.-
Me reí. Yo podía con ella sola de sobra. Eso pareció enfadarla. La había subestimado.
Rápida como el rayo, se sacó un cuchillo de la chaqueta y me lo tiró. Me dejó
colgado a un árbol de la camisa por el cuchillo. Desesperado, hice lo primero que se me
ocurrió. Mentí.
-Te lo diré en cuanto me sueltes y me digas qué es lo que se
está tramando el gobierno y qué pintáis tú y Víctor en esto.- le dije. Sus ojos
llameaban. Parecían de fuego, un fuego azul. Se acercó como una pantera negra
se acercaría a su presa, lentamente y sin quitarme el ojo de encima.
- ¿Qué te hace pensar que te lo voy a decir, así, por las
buenas?-me pregunta mientras saca otro cuchillo y me lo coloca debajo de la
barbilla.- ¿A caso no he sido lo suficientemente dura contigo? No, creo que eso
no ha sido culpa mía. Eres tú el que me ha subestimado.- pero ella también me
había subestimado a mí. Como es bajita, me impulsé con el pie en su hombro,
agarré el cuchillo que me tenía atrapado y salté al suelo. Ella estaba
sorprendida. ¿Qué se había creído? Su nueva forma de ser no me gustaba. En casa
era siempre tan tímida, callada y educada… pero esa fachada ocultaba a una
asesina en potencia. ¿Cuándo se había convertido mi hermanita melliza en una
máquina para matar? Ella estaría entrenada, pero yo soy como el doble más
grande. La tiré al suelo y me coloqué encima suya con mi cuchillo recién
adquirido. En sus ojos había sorpresa, pero también traición. ¿Traición? Ella
era la que me había torturado y me había puesto un cuchillo bajo la barbilla.
-Dímelo. Ahora.- Es una cobarde, siempre lo había sido y
siempre lo será. Aún recuerdo cuando oía ruidos extraños por la noche y me
hacía registrar la casa entera, siguiéndome con un cuchillo en la mano. Ya por
entonces le deberían de gustar los cuchillos. ¡Qué tonto he sido!
-Bueno…-empezó- nosotros… estamos en una misión secreta del
estado. Ellos la llaman E.N.S. Significa: eliminación de niños supervivientes.
El gobierno pensaba que, al privar a los imperfectos de todas sus comodidades,
morirían, pero no ha sido así. Algunos han sobrevivido, como tú bien sabes. No
quieren que se forme otro país, sobre todo si sus integrantes les odian a
muerte. Víctor y yo éramos alumnos de una especie de curso para futuros agentes
del estado. Como sobresalíamos de los demás, nos enviaron aquí. Yo sólo tengo
15 años, y Víctor 18, por lo que podríamos mezclarnos con los niños imperfectos
y no nos descubrirían. Incluso inventaron esa ley tonta para enviarnos aquí.
Pero tú, idiota, viniste a buscarme. ¡Y ahora vas a arruinarlo todo!
-¿Cómo pensabais localizarles?- le dije intentando que no me
temblara la voz. Le acerqué el cuchillo a la garganta.
-Te…te…tenemos un mapa holográfico con las fotos de los
chicos y las zonas por donde se les ha visto. A veces el perímetro ocupa
decenas de kilómetros, como en el caso de Álvaro y Gabriela y otros muchos
chicos. Les grababan con unas cámaras
con forma de mosquito, pero la humedad las estropeó y no pudieron encontrar la
guarida de tus… amiguitos. A algunos ya los encontramos. Pero ellos están muy
bien escondidos. Y tú sabes dónde están. Pero no me lo quieres decir. Prefieres
a esa escoria que conoces muy poco antes que a tu hermana melliza. Eres… Eres…
-Cuidado, asesinita.-le dije-Todavía tengo el cuchillo.-De
repente, sonrió y sentí una fuerza que me tiraba hacia arriba. Era Víctor. No
me preguntes como, pero conseguí quitármelos de encima y huí, pero mi hermana
me tiró un cuchillo. Intenté esquivarlo poniéndome de perfil, pero me rasgó la
barriga. No era muy grave, pero me salió mucha sangre. Me hice el medio muerto
y se fueron. Ana hasta lloró. Creo. Anduve todo lo que pude, e incluso me
arrastré en busca de vuestra cueva, pero sólo llegué hasta el claro. Toda esa
lucha, la tortura y la herida me tenían exhausto.
-Y aquí estoy.-dice. Su historia me ha trastornado. ¿Estaba
hablando de Víctor? ¿Mi Víctor? ¿En serio? Todavía parece querer decir algo.-
Yo, por mi parte, quiero empezar una misión. Si queréis, podéis ayudarme.
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