viernes, 28 de septiembre de 2012

Capítulo 25: La misión espía




Doy vueltas nerviosamente por la habitación. No puedo contenerme. ¿Y si le dicen que no? Nuestro grupo es demasiado pequeño como para luchar solo. ¿Y si lo único que podemos hacer es huir como cobardes? Me repugna esa idea.
-Gabriela, por favor, deja de dar vueltas, que me estás poniendo nervioso.-dice George.
-Lo siento, pero es que no me puedo estar quieta.- me siento en la cama y cruzo los brazos, pero mi pierna izquierda tiembla incontroladamente. No aguanto mucho tiempo así. Me pongo otra vez a dar vueltas. George se tapa la cabeza con la almohada para no verme. En la habitación estamos George, Fred, Inés, Lourdes, Miguel y yo. John y los gemelos tienen turno de limpieza, Camile se ha llevado a Álvaro a dar una vuelta por la sierra y Samuel está hablando con los jefes. Ya son las dos y todavía no sabemos nada. Empiezo a morderme las uñas, un hábito que hacía tiempo que había conseguido dejar.
-¡Eh! ¡No te muerdas las uñas!-me grita Fred.
-No, si no me las estaba mordiendo…-miento mientras escondo mis manos detrás de la espalda.
-Tranquila, Gabriela.  Seguro que nos van a ayudar. La gente de aquí es muy amable. Fíjate, si hasta dejan que me pase el día aquí sin hacer nada, y dejan o a Inés o a Michelle para que me hagan compañía.- dice Lourdes. Pensar eso no me tranquiliza. Es verdad que no obligan a Lourdes a hacer nada mientras está aquí, pero creo que nadie en su sano juicio lo haría. ¡No hace falta más que mirarla, si ni siquiera se puede mantener en pie!
-Verás, Gabriela, piénsalo un poco. Si Samuel no ha venido aún es por que estarán planificando tácticas de guerra. O pidiendo voluntarios, quizá. No te desesperes.-Dice Miguel. Su carácter tranquilo y pacifista hace que lo vea todo mucho mejor de lo que en realidad es.
-Bueno, pero… ¿Y si tarda tanto porque está intentando convencerles?- Miguel se queda callado ante mi razonamiento. Eso también es perfectamente posible, incuso más razonable que lo suyo. Si están planificando tácticas de guerra, ¿No deberíamos formar parte de la planificación también? ¡Somos su familia, por el amor de Dios!
Son las tres y todavía no ha vuelto. Hace un rato que John y los gemelos vinieron. Antes de que vinieran yo ya me había cansado de dar vueltas y me había tumbado boca abajo en la cama, de tal manera de que mis piernas de rodilla para abajo tocan la pared, que está muy fresquita, y mis brazos, que también sobresalen, están colgando a unos cinco centímetros del suelo. En cambio, mi pelo, al estar mi cabeza también boca abajo, toca el suelo. Carlos y Pablo se han sentado al lado de mí, y se turnan para darme palmaditas en la espalda. Gruño de irritación. Y además, a pesar del copioso desayuno que he tomado esta mañana, tengo hambre. Me levanto quejumbrosamente, me duele la cabeza de haberla mantenido tanto rato en esa posición.
-Me muero de hambre, vamos a la cocina.- Noto que los demás aprueban mi decisión. No deben de estar muy felices conmigo encerrados aquí, reboso nerviosismo por todos los poros de mi cuerpo. Pero por lo menos llevaba una media hora sin hablar y, por lo tanto, sin quejarme. Inés decide que Lourdes lleva mucho tiempo sin salir de la habitación y Michelle asiente. Fred se ofrece para llevarla a la cocina. La coge como si pesase menos que una muñeca y se la echa sobre el hombro izquierdo. Yo me coloco detrás de ellos, por si se le cae o algo, lo que me parece poco probable.
-Oye, ¿Y si Samuel va a buscarnos a la habitación y no nos encuentra?- pregunto. No había caído en eso.
-Pues, viendo la hora que es, seguro que viene a buscarnos a la cocina.-responde Fred. No me quedo muy tranquila con esa respuesta, así que decido comer rápido para volver lo más pronto posible a la habitación.
Cuando entramos en la cocina, hay tal cantidad de gente que tenemos que esperar un poco para coger una mesa. ¡Ni que esto fuera un restaurante de lujo! Esperamos una media hora para conseguir mesa, y otra media para que nos sirvan. Nos dan un trozo de pan y un tazón de sopa de zanahoria, coliflor y puerro que mi madre nunca habría conseguido que me tragase en el mundo perfecto, pero que aquí me la tomo con gusto, repitiendo incluso. El segundo tazón de sopa hace que me desespere, porque está muy caliente y no puedo tomármela rápido para volver a la habitación. Termino cambiándole la sopa a Inés, que todavía no había probado la primera. Le da un poco de asco. Esta está un poco fría, pero rica igualmente. Me tomo el pan por el camino a la habitación. Me siento modosamente en los pies de la cama, postura en la que no aguanto mucho tiempo. Vuelvo a tumbarme boca abajo en la cama como antes, pero esta vez cojo la PDA y me pongo a trastearla. Un cacharro útil, sí señor. Miro mi perfil en la PDA, al que también le han puesto una estrellita. No sé cómo no se me había ocurrido antes.
Gabriela Vázquez, 15 años, nacida en Vaehn. Heterocromía Iridum total congénita. Exiliada el 15 de Septiembre del año 113 de la Nueva Era. Vista por última vez en los alrededores del vertedero nº598 en compañía de Álvaro Arias (ver informe). Asignada a los agentes especiales nº56 y 79.
¿Agentes especiales nº56 y 79? ¿A caso son Ana y Víctor? Hay un apartado en el que pone “observaciones”. Entro a ver qué es.
Agente nº56:
Hoy la hemos visto. Estaba con Álvaro y con Samuel, el hermano de la agente nº79. Queríamos atraparlos y engañarlos para conseguir que nos diesen información sobre otros imperfectos, pero se nos han escapado. Después de todo, hemos conseguido atrapar a Samuel, el perfecto, a ver si nos puede decir dónde se esconden.
Nota: Vigilar mejor las cabinas de los transbordadores de basura.
No sé qué pensar. Bueno, sí, en cuánto ha cambiado Víctor. Parece mentira que una vez fuese el único que no me veía como una chica rara a la que seguramente condenaran como imperfecta, si no como una persona que necesitaba que la apoyasen y, sobre todo, que la quisiesen. ¿Para qué todos esos esfuerzos, si ahora tiene que matarme?
Una mano en mi espalda hace que me dé un susto de muerte. Pego tal bote que me pongo de pie en la cama en cuestión de segundos. Es Samuel. Parece contento. Antes de que le pregunte, me dice:
-Van a ayudarnos.-me lanzo a sus brazos desde la cama y le doy un fuerte abrazo, seguido de un besito en la punta de la nariz.
-¿Por qué has tardado tanto?
-Hemos ido al vertedero, a buscar cosas que nos pudiesen servir como armas. He ido a buscaros a la cocina primero, pero los chicos me han dicho que estabas aquí. Te he traído un regalo.-me dice sonriente mientras me tiende unas prendas atadas con una cuerda.
Subo a la cama otra vez y, no sin cierto esfuerzo, cojo una antorcha y se la paso a Samuel, que la sostiene para que pueda verlo mejor. Desato el nudo y cojo la ropa. Una chaqueta de un material parecido al cuero, pero muy elástico. Un pantalón del mismo material, que parece que me va a quedar pequeño, pero Samuel me asegura que ese material estira. Unas botas nuevas con la puntera reforzada. Un cinturón pesado con bolsillos para armas. Y una camiseta de tirantes muy fina. Todo en negro. Le miro interrogante.
 -¿Dónde has conseguido esto?-le pregunto. Es evidente que todo es nuevo, no es del vertedero.
-Lo hemos robado de un paquete de provisiones para los chicos de negro. Tienen una base aquí cerca. Yo he conseguido otro igual. Vamos a ir de misión espía. Los jefes nos han propuesto a nosotros como escuadrón especial.
-¿Misión espía?- estoy confundida. ¿Esta ropa es de agente especial, como se llaman a ellos mismos?
-Sí. Lo hemos estado planeando esta mañana. Necesitamos saber si conocen nuestro escondite y sus planes a corto plazo. Tú, un chico más y yo nos infiltraremos dentro de unos días, por la noche, e intentaremos entrar en la base de datos. Además, aprovecharemos para intentar borrar nuestros datos y los de todos los niños. Así no tendrán información nuestra para poder continuar con su misión de exterminarnos.
-Buena idea. Pero… ¿Crees que seremos capaces de entrar, trastear sus cosas y salir sin que se den cuenta?
-Somos capaces, sí. Pero vamos a necesitar entrenarnos. ¿Empezamos ahora? Vamos a buscar al chico del que te hablo, para que entrene con nosotros.
-¿Es de nuestro grupo?- le pregunto. Los tres militares parecen adecuados para este tipo de misión.
-No, no lo conoces. Venga, ponte la ropa. Tenemos que acostumbrarnos a llevarla.- No me apetece nada. Parece tan difícil de poner…
-Póntela tú primero.- le digo, y él se dirige al vestidor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario