-Gabriela,
por favor, deja de dar vueltas, que me estás poniendo nervioso.-dice George.
-Lo
siento, pero es que no me puedo estar quieta.- me siento en la cama y cruzo los
brazos, pero mi pierna izquierda tiembla incontroladamente. No aguanto mucho
tiempo así. Me pongo otra vez a dar vueltas. George se tapa la cabeza con la
almohada para no verme. En la habitación estamos George, Fred, Inés, Lourdes,
Miguel y yo. John y los gemelos tienen turno de limpieza, Camile se ha llevado
a Álvaro a dar una vuelta por la sierra y Samuel está hablando con los jefes.
Ya son las dos y todavía no sabemos nada. Empiezo a morderme las uñas, un
hábito que hacía tiempo que había conseguido dejar.
-¡Eh!
¡No te muerdas las uñas!-me grita Fred.
-No,
si no me las estaba mordiendo…-miento mientras escondo mis manos detrás de la
espalda.
-Tranquila,
Gabriela. Seguro que nos van a ayudar.
La gente de aquí es muy amable. Fíjate, si hasta dejan que me pase el día aquí
sin hacer nada, y dejan o a Inés o a Michelle para que me hagan compañía.- dice
Lourdes. Pensar eso no me tranquiliza. Es verdad que no obligan a Lourdes a
hacer nada mientras está aquí, pero creo que nadie en su sano juicio lo haría.
¡No hace falta más que mirarla, si ni siquiera se puede mantener en pie!
-Verás,
Gabriela, piénsalo un poco. Si Samuel no ha venido aún es por que estarán
planificando tácticas de guerra. O pidiendo voluntarios, quizá. No te
desesperes.-Dice Miguel. Su carácter tranquilo y pacifista hace que lo vea todo
mucho mejor de lo que en realidad es.
-Bueno,
pero… ¿Y si tarda tanto porque está intentando convencerles?- Miguel se queda
callado ante mi razonamiento. Eso también es perfectamente posible, incuso más
razonable que lo suyo. Si están planificando tácticas de guerra, ¿No deberíamos
formar parte de la planificación también? ¡Somos su familia, por el amor de
Dios!
Son
las tres y todavía no ha vuelto. Hace un rato que John y los gemelos vinieron.
Antes de que vinieran yo ya me había cansado de dar vueltas y me había tumbado
boca abajo en la cama, de tal manera de que mis piernas de rodilla para abajo
tocan la pared, que está muy fresquita, y mis brazos, que también sobresalen,
están colgando a unos cinco centímetros del suelo. En cambio, mi pelo, al estar
mi cabeza también boca abajo, toca el suelo. Carlos y Pablo se han sentado al
lado de mí, y se turnan para darme palmaditas en la espalda. Gruño de
irritación. Y además, a pesar del copioso desayuno que he tomado esta mañana,
tengo hambre. Me levanto quejumbrosamente, me duele la cabeza de haberla
mantenido tanto rato en esa posición.
-Me
muero de hambre, vamos a la cocina.- Noto que los demás aprueban mi decisión.
No deben de estar muy felices conmigo encerrados aquí, reboso nerviosismo por
todos los poros de mi cuerpo. Pero por lo menos llevaba una media hora sin
hablar y, por lo tanto, sin quejarme. Inés decide que Lourdes lleva mucho
tiempo sin salir de la habitación y Michelle asiente. Fred se ofrece para
llevarla a la cocina. La coge como si pesase menos que una muñeca y se la echa
sobre el hombro izquierdo. Yo me coloco detrás de ellos, por si se le cae o
algo, lo que me parece poco probable.
-Oye,
¿Y si Samuel va a buscarnos a la habitación y no nos encuentra?- pregunto. No
había caído en eso.
-Pues,
viendo la hora que es, seguro que viene a buscarnos a la cocina.-responde Fred.
No me quedo muy tranquila con esa respuesta, así que decido comer rápido para
volver lo más pronto posible a la habitación.
Cuando
entramos en la cocina, hay tal cantidad de gente que tenemos que esperar un
poco para coger una mesa. ¡Ni que esto fuera un restaurante de lujo! Esperamos
una media hora para conseguir mesa, y otra media para que nos sirvan. Nos dan
un trozo de pan y un tazón de sopa de zanahoria, coliflor y puerro que mi madre
nunca habría conseguido que me tragase en el mundo perfecto, pero que aquí me
la tomo con gusto, repitiendo incluso. El segundo tazón de sopa hace que me
desespere, porque está muy caliente y no puedo tomármela rápido para volver a
la habitación. Termino cambiándole la sopa a Inés, que todavía no había probado
la primera. Le da un poco de asco. Esta está un poco fría, pero rica
igualmente. Me tomo el pan por el camino a la habitación. Me siento modosamente
en los pies de la cama, postura en la que no aguanto mucho tiempo. Vuelvo a
tumbarme boca abajo en la cama como antes, pero esta vez cojo la PDA y me pongo
a trastearla. Un cacharro útil, sí señor. Miro mi perfil en la PDA, al que
también le han puesto una estrellita. No sé cómo no se me había ocurrido antes.
Gabriela Vázquez, 15 años, nacida
en Vaehn. Heterocromía Iridum total congénita. Exiliada el 15 de Septiembre del
año 113 de la Nueva Era. Vista por última vez en los alrededores del vertedero
nº598 en compañía de Álvaro Arias (ver informe). Asignada a los agentes
especiales nº56 y 79.
¿Agentes
especiales nº56 y 79? ¿A caso son Ana y Víctor? Hay un apartado en el que pone
“observaciones”. Entro a ver qué es.
Agente nº56:
Hoy la hemos visto. Estaba con
Álvaro y con Samuel, el hermano de la agente nº79. Queríamos atraparlos y
engañarlos para conseguir que nos diesen información sobre otros imperfectos,
pero se nos han escapado. Después de todo, hemos conseguido atrapar a Samuel,
el perfecto, a ver si nos puede decir dónde se esconden.
Nota: Vigilar mejor las cabinas de
los transbordadores de basura.
No
sé qué pensar. Bueno, sí, en cuánto ha cambiado Víctor. Parece mentira que una
vez fuese el único que no me veía como una chica rara a la que seguramente
condenaran como imperfecta, si no como una persona que necesitaba que la
apoyasen y, sobre todo, que la quisiesen. ¿Para qué todos esos esfuerzos, si
ahora tiene que matarme?
Una
mano en mi espalda hace que me dé un susto de muerte. Pego tal bote que me
pongo de pie en la cama en cuestión de segundos. Es Samuel. Parece contento.
Antes de que le pregunte, me dice:
-Van
a ayudarnos.-me lanzo a sus brazos desde la cama y le doy un fuerte abrazo,
seguido de un besito en la punta de la nariz.
-¿Por
qué has tardado tanto?
-Hemos
ido al vertedero, a buscar cosas que nos pudiesen servir como armas. He ido a
buscaros a la cocina primero, pero los chicos me han dicho que estabas aquí. Te
he traído un regalo.-me dice sonriente mientras me tiende unas prendas atadas
con una cuerda.
Subo
a la cama otra vez y, no sin cierto esfuerzo, cojo una antorcha y se la paso a
Samuel, que la sostiene para que pueda verlo mejor. Desato el nudo y cojo la
ropa. Una chaqueta de un material parecido al cuero, pero muy elástico. Un
pantalón del mismo material, que parece que me va a quedar pequeño, pero Samuel
me asegura que ese material estira. Unas botas nuevas con la puntera reforzada.
Un cinturón pesado con bolsillos para armas. Y una camiseta de tirantes muy
fina. Todo en negro. Le miro interrogante.
-¿Dónde has conseguido esto?-le pregunto. Es
evidente que todo es nuevo, no es del vertedero.
-Lo
hemos robado de un paquete de provisiones para los chicos de negro. Tienen una
base aquí cerca. Yo he conseguido otro igual. Vamos a ir de misión espía. Los
jefes nos han propuesto a nosotros como escuadrón especial.
-¿Misión
espía?- estoy confundida. ¿Esta ropa es de agente especial, como se llaman a
ellos mismos?
-Sí.
Lo hemos estado planeando esta mañana. Necesitamos saber si conocen nuestro
escondite y sus planes a corto plazo. Tú, un chico más y yo nos infiltraremos
dentro de unos días, por la noche, e intentaremos entrar en la base de datos.
Además, aprovecharemos para intentar borrar nuestros datos y los de todos los
niños. Así no tendrán información nuestra para poder continuar con su misión de
exterminarnos.
-Buena
idea. Pero… ¿Crees que seremos capaces de entrar, trastear sus cosas y salir
sin que se den cuenta?
-Somos
capaces, sí. Pero vamos a necesitar entrenarnos. ¿Empezamos ahora? Vamos a
buscar al chico del que te hablo, para que entrene con nosotros.
-¿Es
de nuestro grupo?- le pregunto. Los tres militares parecen adecuados para este
tipo de misión.
-No,
no lo conoces. Venga, ponte la ropa. Tenemos que acostumbrarnos a llevarla.- No
me apetece nada. Parece tan difícil de poner…
-Póntela
tú primero.- le digo, y él se dirige al vestidor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario