miércoles, 26 de septiembre de 2012

Capítulo 24: Mi familia al completo



Samuel suspira y retira una especie de cortina de una abertura en la pared. Álvaro se suelta de mi mano, y entra detrás de nosotros. Al principio me cuesta acostumbrarme a la oscuridad, en la habitación que hemos entrado, a pesar de ser tan grande, sólo hay tres antorchas, y únicamente una de ellas está encendida. Veo seis figuras agachadas en la penumbra. Antes de que pueda reconocerlas, una voz muy familiar chilla mi nombre con un acento francés:
-¡Gabriela!
-¡Camille!
Corro hacia ella, que se ha levantado y ya la puedo reconocer. Le doy un abrazo de esos asfixiantes y un par de besos en la mejilla.
-¡Oh, mon dieu! ¿Qué te ha pasado?- Dice tocando mi venda.
-No es nada, tranquila.- miro hacia la penumbra. Dos sombras igual de altas están de pie tímidamente. El reflejo de sus cabelleras pelirrojas a la luz de la antorcha es imposible que pase desapercibido.
-¡Carlos! ¡Pablo!-me acerco a ellos y les revuelvo el pelo. Ellos se miran un segundo y me abrazan a la vez. Noto que Carlos está un poco tenso. Les noto los ojos hinchados, de tanto llorar, creo. Vuelvo a abrazarles. A falta de Carolina, yo me ocuparé de ellos.
-Bueno, ¿Y nosotras qué? ¿Ya nos has olvidado?- dice Lourdes. Ella, Inés y Michelle están a un lado. Voy hacia ellas e Inés, también con los ojos hinchados, y Michelle me abrazan, pero me doy cuenta de que Lourdes no se levanta para abrazarme.
-¡Levántate, vaga!- le digo, en broma. Ella se ríe, pero no responde. Michelle la ayuda a levantarse y veo que tiene la pierna herida.- ¡Oh! Lo siento, no sabía que… ¿Qué te ha pasado?
-Una bala de los chicos de negro atravesó mi pierna. Los que entienden algo de medicina aquí dudan de que vuelva a andar.- Me dice con indiferencia. Sé que está intentando quitarle importancia para que no me preocupe, pero sólo hace que me dé más pena. La abrazo y luego la ayudo a sentarse de nuevo.
Samuel enciende las demás antorchas y puedo verles con mayor claridad. Todos están demacrados, con la mirada como vacía. Miran con curiosidad a Álvaro, al que hasta entonces no habían visto. Él intenta ponerse detrás de mí para evitarlo, pero yo me doy la vuelta y lo llevo al centro de la habitación.
-Chicos,-digo.- este es Álvaro. Álvaro, estos son Camile, Pablo, Carlos, Lourdes, Inés y Michelle.- voy señalándolos por orden, y mis amigos le saludan cuando les nombro.- Por cierto, ¿Dónde están Fred, George, John y Miguel?
-Han ido a dar un paseo.- Responde Inés.- Ellos han hecho algunos amigos aquí. Nosotros somos los inadaptados, podría decirse.- Esto hace que todos rían.
-Gabriela, Álvaro, ¿Queréis que os enseñemos un poco esto? Me muero por estirar un poco las piernas, y creo que Carlos también.- dice Pablo, con entusiasmo.
-¡Claro!- le digo, poniendo todo el entusiasmo que puedo.- Álvaro también quiere, ¿A que sí?- Álvaro está un poco incómodo. Me mira y asiente en dirección a los gemelos. No ha dicho palabra.
-Yo también me apunto.- dice Samuel. Creía que lo tendría asumido, habiendo estado tanto tiempo separados le arrastraría a todas partes, no tenía que decir nada. Acabaría cansándose de mí. Le sonrío. Esta vez mi sonrisa sí que es convincente.- ¡Pues en marcha, entonces!- Parece que le gusta dirigir. Los gemelos le siguen en fila como hicieron el primer día. Voy detrás de ellos. Álvaro se mantiene un poco atrás. Camile se le acerca y le dice:
-Fíjate, ¿A que parecen una familia? El papá, la mamá y los hijitos.- le dice entre risas.
-¡Eh! Si sólo tenemos dos años menos que Gabriela.- dice Carlos. Samuel y yo bajamos la vista, avergonzados. Cuando la levanto, veo a Álvaro mirándome con una expresión llena de dolor.
-¡Venga, vámonos ya!- grito, y empujo a Álvaro para que salga de la habitación.

Después de un rato andando por la ciudad de dentro de la montaña, estoy asombrada de lo grande que es, de la cantidad tan grande de gente que vive aquí, sobre todo de personas que nacieron en este lugar. Ahora estamos sentados en la cocina, y Carlos, Pablo y Álvaro están enfrascados en una conversación de ¡Horror! Fútbol.
-Entonces, ¿Dices que el Amser ha ganado la liga tres años seguidos?- preguntaba Álvaro incrédulo. Claro, como Pablo y Carlos acaban de llegar, saben los resultados de los últimos cuatro años, los que Álvaro ha estado aquí. Miro a Samuel, que se está riendo disimuladamente. Parece que tampoco le interesa mucho el fútbol. Me indica con la cabeza que salgamos de la cocina. ¡Por fin un rato a solas!
-Sí, hombre. Tienen a ese central derecho tan bueno,  Eberhardt.- está diciendo Pablo.
Silenciosamente, me escurro por la puerta.
-¿Te parece si vamos a dar un paseo fuera?- me dice Samuel en cuanto sale, detrás de mí.
-Sí, por favor. Creo que me voy a volver ciega, como los topos. O los murciélagos. ¡Ostras! ¿Tiene nombre esta especie de ciudad? ¡Podrían llamarse el pueblo murciélago! Quedaría bien.
-En realidad,- dice Samuel, divertido- ni los topos ni los murciélagos son ciegos. Pueden ver. Únicamente poseen otros sentidos más afinados para poder orientarse en la oscuridad. Por ejemplo, los murciélagos tienen una especie de sonar, y los topos se guían por el olfato.
-Venga, va, señor profesor de biología. Pues habrá que buscarse otro nombre, ¿No?
-Mejor se lo dejamos a ellos.- contesta. Salimos por una brecha en la roca, que sólo es lo suficientemente grande como para que pase una persona cada vez gateando. Nos buscamos una roca para sentarnos, y aprovecho para tumbarme y tomar el sol un poco. Estoy muy pálida.
-¿Sabes? No sé nada sobre ti, sobre tus gustos. Ni siquiera sé cuándo es tu cumpleaños.- Afirma Samuel.
-Bueno, mi cumpleaños es el 15 de Septiembre. ¿Y el tuyo?
-El 27 de Junio.- dice sonriendo.- ¿Y tu color favorito?
-El rosa. Pero no un rosa chillón, si no un rosa pastel. ¿El tuyo cual es?
-Sí, te pega.-dice riéndose otra vez.- El rojo. Mi color favorito es el rojo.- después de una pausa, vuelve a preguntar- ¿Qué es lo que más echas de menos del mundo perfecto?
Tardo un rato en pensar. Estoy a punto de decir algo como: mi familia, mi hogar… pero no quiero parecer una amargada.
-Um… ¡El chocolate, seguro!- le digo, poniendo cara de nostalgia. Samuel se parte de la risa.
-Sí, yo también echo mucho de menos el chocolate. Sobre todo el chocolate con almendras.
Se recuesta sobre mi vientre, y yo le acaricio el pelo. Lo tiene bastante largo, el flequillo ya le tapa los ojos. Él cruza los brazos y clava los ojos en mí.
-Erre…-empieza.
-¿Sí?
-¿Le has dicho a Álvaro…?
-¿Que somos novios?- ¡Novios! Es la primera vez que utilizo esta palabra para hablar de lo nuestro. Samuel se ha dado cuenta, porque sonríe. ¡Soy tan feliz! No me importa que nos persigan, no me importa que quieran matarnos, no me importa que esta gente no quiera ayudarnos. -No. Pero se lo imagina. ¿No viste la mirada que te echó cuando me cogiste de la mano?
-Pues… la verdad es que sí. Pero… tú… ¿Sigues sintiendo algo por él?
-Le quise hace tiempo, sí. Y mucho, ¿Para qué te voy a engañar?-se estremece.- Pero ya no. Él no es como yo creía. Había estado ciega. En cambio, tú cada día me gustas más.
Samuel se incorpora y me da un beso muy, muy largo. Se aleja  un poco y me coloca un mechón suelto detrás de la oreja.
-Te quiero, Gabriela. Perdona que te lo diga así de simple, pero es que me siento un poco tonto diciendo cosas cursis.- me hace sonrojar. ¡Le quiero tanto! Por esos ojazos azules moriría felizmente. Vuelvo a besarle.
-No me importa. Me gustas más que una caja entera de bombones de chocolate con almendras. Tal y como eres.- digo riendo entre sus labios.

2 comentarios:

  1. Holaa ¿En qué te inspiran ? ¿Tus amigos te ayudan ? Te recuerdo que si haces algun corto me lo enseñas y si me parece muy bueno (Seguro) lo pongo en la web . RECUERDA CORTO.ES (ahora no se puede estamos de obras )

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    1. Hola! Pues la verdad es que me vienen las ideas así, a la cabeza sin más, por eso no puedo escribir si no estoy inspirada :S
      Estoy escribiendo un guión, pero puedo tardar :)

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