jueves, 4 de octubre de 2012

Capítulo 28: Alguien en común




A pesar de casi no haber dormido la noche anterior, me levanto pronto, ya que me toca el turno de vigilancia de la mañana. Voy a desayunar nerviosa. ¿Con quién tendré que hacer el turno? ¿Será alguien que conozco o cualquier otra persona de la comunidad? Me decanto por asumir la segunda opción. Aquí vive mucha gente. Conozco a muy pocas personas de por aquí: Hannah, Francesco, Andrea y Khady, además de los tres jefes,  que ni siquiera sé cómo se llaman, pero me parece muy poco probable que les manden hacer turnos. Pablo y Carlos me acompañan a donde se supone que debo de estar vigilando por si aparecen personas no bienvenidas en este lugar. No me extraña que nunca me hubiera fijado en las personas que hay siempre vigilando, porque es imposible ver a quien está aquí sentado desde abajo; sin embargo, se puede ver perfectamente la arboleda que rodea la montaña y que precede a la entrada. Les digo a Pablo y Carlos que se vayan, que no me importa quedarme sola un rato. Me da la sensación de que es el primer día en un colegio nuevo y que, por los nervios, he llegado media hora antes. Saco otra vez la PDA y decido hacer cambios. Una lista de los chicos de negro a los que conocemos. Empiezo haciendo el perfil de Víctor, que es el que más conozco. A falta de fotos, decido hacer una descripción física también, a parte de la psíquica y una descripción de sus habilidades.
Víctor Mena, 18 años. Agente nº59. Especialidad en combate: Desconocida.
Músico. Ojos color miel y pelo marrón. Metro noventa más o menos. Cabezota, perfeccionista y un poco neurótico. Es capaz de hacer cualquier cosa por lo que considera justo. Suele estar con Ana León (Ver perfil, agente nº 76), con quien mantiene una relación amorosa. Vistos por última vez en una chabola que está a unos 25km de la zona del lago, a unos 30 km del vertedero nº598.
Hago también el de Ana. Hago lo que puedo a partir de lo que yo misma he podido ver y lo que Samuel me ha contado.
Ana León, 16 años. Agente nº76. Especialidad en combate: lanzar cuchillos.
Ojos azul-grisáceos y pelo marrón. Pecas y piel pálida. Metro cincuenta y siete. Aparentemente tímida. Poco habladora. Muestra bastante sangre fría. Torturó y estuvo a punto de matar a Samuel, su propio hermano, con tal de realizar con éxito su misión.
Estoy a punto de hacer los perfiles de los dos chicos con los que me encontré cuando escucho que alguien viene. Una niña y una mujer. La mujer es alta y de pelo y piel morena, con una larga melena rizada del tipo que me encantaría tener. Sus rasgos son bonitos, exóticos, bastante atractivos. La niña, que tendrá unos diez años, tiene una redondita cara agradable, aunque no bonita, con muchas pecas y unos ojos dorados que me miran curiosos. Su pelo, negro y liso, está recogido en dos coletas.
-Hola.-dice la niña. La mujer se limita a mirarme curiosa.- Tú eres la nueva, supongo. Guau, ¡Me encantan tus ojos!- me quedo un poco ojiplática. Nadie, aparte de Samuel, me ha dicho nunca que le gustasen mis ojos. Le sonrío a la niña.
-Y a mí tus coletas.-le digo, tirándole de una. Es tan mona la niña… Parece que ha nacido aquí, pero es muy poco probable que tenga alguna relación de parentesco con la mujer.
-Yo me llamo Helena. Este es tu primer turno de vigilancia, ¿A que sí? El mío también. Por eso viene Leonor, para que no nos pase nada.- La pequeña Helena señala a la mujer, Leonor, mientras  habla. Ella habla por fin cuando Helena se detiene.
-¿Te gusta esto, Gabriela? Porque te llamas Gabriela, ¿Me equivoco? Se ha hablado mucho de ti por aquí últimamente. Por lo visto, vas de misión espía. Debe de ser muy duro meterse en la guarida del lobo.
-Pues no te creas, Samuel y Francesco son los verdaderos héroes de la misión. Yo sólo voy para poder venir con la nueva si fallamos. Y sí, me gusta esto. Se come bastante bien, y las camas son muy cómodas.-respondo. Vaya, no sabía que era tan famosa. Me gustan bastante las dos, por lo que charlamos y charlamos durante toda la mañana. Al final, Helena acaba contándome una historia sobre unos patos que adoptó hace un mes, pero Hannah acabó haciendo una sopa con ellos. En su defensa dijo que Hannah no sabía que eran sus patitos. Desde entonces, dice Helena, se ha hecho vegetariana, por los patitos. Leonor se ríe, recordándole que una vegetariana en toda regla no bebe leche, y anoche se tomó un poco. Helena se escusa diciendo que no puede dormir sin su vasito de leche con miel. Ni siguiera nos acordamos de que estamos montando guardia. Un hombre nos dice desde abajo que no se nos debe escuchar, y que nuestras risas se escucharían hasta en la mismísima base de los agentes. Desde entonces, hablamos en susurros. Samuel viene a buscarme, porque ya es hora de almorzar y después debemos ir a entrenar. Me quejo abiertamente, no tengo ganas de volver a ponerme esa ropa.
-Gabriela, ¿Te gustaría comer con nosotras hoy?- me pregunta Helena con cara de corderito degollado. Yo miro a Leonor, que se encoje de hombros.
-Vale,-le contesto- pero Samuel también viene.
-Por mí, perfecto.-dice Leonor.
Comemos en una gran mesa, con los padres de Helena, Laura y Tom, mucho más callados que su hija; con Leonor y su novio, Daniel, un treintañero bastante atractivo, que se parece en cierto modo a Samuel y con Francesco y sus padres, ahora sé que su padre se llama Benito, y conozco a su madre, una mujer mucho más joven que su padre llamada Gina. La hora del almuerzo se llena de un parloteo incansable por parte de Helena y unos comentarios sarcásticos por parte de Francesco. La niña no se entera de nada, lo que nos hace reír a todos.
Vuelvo con desgana a la habitación de la mano de Samuel, donde Camile nos reprocha el hecho de no haber comido con ellos. Les pido perdón, alegando que era difícil resistirse a la súplica de aquella niñita. Cojo mi uniforme y me voy al vestidor. Samuel hace lo mismo, esperando a que termine yo para poder entrar. Cuando termino, le espero en la puerta. Cuando él ha terminado, le asalto y le beso fuertemente en los labios. Hacía un día que no le besaba. La necesidad de más vuelve a aparecer en mí. Un instinto desconocido para mí antes de conocer a Samuel se hace dueño de todos mis sentidos. No puedo ver, sentir u oír nada  ni a nadie que no sea a Samuel. Me apoyo contra la pared y entrelazo mis piernas alrededor de su cintura. Mi cuerpo parece hecho a la medida del suyo. Somos como una sola persona, en vez de dos. Francesco llega, pero no le oímos.
-Eh, los dos tortolitos; o vais al entrenamiento ya o mi padre se va a enfadar de una vez.-dice dándonos una colleja a cada uno. Vamos felizmente, los dos cogidos de la mano. Últimamente vamos a todos lados así, cogidos de la mano. Cuando llegamos, me doy cuenta de que Fred, George y John no están.
-¿Y lo demás? ¿No vienen hoy?- pregunto a los jefes.
-No.- dice la pelirroja. Tendré que averiguar su nombre, no puedo seguir llamándola “la pelirroja”.- Hoy vamos a repasar los planos de la base. Algunos de nosotros ya estábamos aquí cuando empezaron a construirla, así que conocemos todas las habitaciones que tienen. Tenemos suficientes pistas como para pensar que la habitación del centro es en la que tienen el ordenador principal. Instalaron muchas tomas de corriente y demás allí. Bartolomé os dará una copia a cada uno del que dibujamos. Tendréis que estudiároslo de memoria, por si os veis en la necesidad de escapar. Ese va a ser vuestro entrenamiento de hoy. Podéis iros, si queréis.
El hombre más viejo con aire majestuoso nos da un mapa a cada uno. No hace falta ser un genio como Francesco para saber que él es Bartolomé. Benito, el padre de Francesco, nos dice que mañana habrá entrenamiento físico doble. ¡Yuju! ¡Qué bien! ¡Entrenamiento doble, mi gozo en un pozo! Francesco parece más abatido que yo, si cabe. Mañana será un laaargo día.
Al llegar a nuestra habitación, ya por la noche, ya que hemos estado estudiando un poco el mapa y luego comiendo, Samuel me da mi camisón y me echa de la habitación, en donde están todos mis amigos.
-No te des prisa en terminar.-me dice.
Le hago caso y me voy al vestidor, pero como está al lado me basta con poner la oreja en la pared (que a pesar de estar escavada en piedra es bastante fina) y estar atenta para escuchar lo que pasa en la habitación.
-Quiero pedir vuestra ayuda.- empieza Samuel.
-¿Ayuda? ¿Para qué? ¿Y por qué te crees que voy a querer ayudarte en tus cosas de perfecto?- replica Álvaro.
-Un segundo, Álvaro.- dice Camile.- Déjalo que se explique.
-Vas a querer ayudarme, porque tenemos algo, más bien a alguien, en común.- ¿Qué dice Samuel? ¡Que hable claro de una vez!- Mañana es el cumpleaños de Gabriela, por si no lo sabíais, y quería que me ayudaseis a darle una sorpresa.- Ups, pues ya no va a ser sorpresa.
-Pues claro que lo sabía, imbécil.- dice Álvaro.- ¿Qué clase de sorpresa?
-Bueno, pues había pensado en hacerle una pequeña fiesta, y en buscarle algunos regalos. Sé que no tenemos mucho tiempo, pero es que Gabriela siempre estaba con alguno de nosotros. He tenido la idea, además, de hacerle creer que nadie sabe que es su cumpleaños. ¿Estáis conmigo?
-Estamos contigo.-dice Inés.
-Por supuesto.- dice Fred.- ¡Hay que hacer que la pequeña Gabriela tenga la mejor fiesta de cumpleaños que ha tenido nunca! No se cumplen dieciséis todos los días.
-¡Di que sí!- grita Camile, entusiasmada.
-¡Sh!- dice Carlos entre susurros.- ¡Que está aquí al lado!- ¡Como se enteren que lo sé todo, me matan seguro! Será mejor intentar parecer sorprendida mañana. Me coloco rápidamente el camisón y me quito las botas que me aprisionan los dedos de los pies. Entro en la habitación, donde todo el mundo ha callado de repente y me meto en la cama con los gemelos tan tranquila, como si no hubiese escuchado nada de nada. Sonrío hacia la pared. Se escuchan muchos susurros a mi alrededor. Sí, decidido. Mañana va a ser un día muy largo. 

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