miércoles, 5 de septiembre de 2012

Capítulo 8


No sé cuánto tiempo llevo llorando en el hombro de Samuel. Como ya estoy mejor, decido dejar de esconderme y enfrentarme a sus críticas. Levanto lentamente la cabeza y él me mira a los ojos con precaución, como si no quisiese provocar otra llantina. Ridículo. En estos días he derramado tantas lágrimas que servirían para llenar un embalse. Además, hace días que no bebo nada. Sí, definitivamente se acabaron las lágrimas, al menos de momento.

-Lo siento mucho.- le digo- Supongo que te tendrás que comprar una camiseta nueva.-Su bonita camiseta azul, la cual hace resaltar sus ojos azul-grisáceos y su pelo negro está destrozada.-Pero…-intento hacer una broma para romper la tensión-no esperes que te la pague yo.
De pronto, hace algo que no me esperaría por nada del mundo. Me sonríe. Cuando bromea, luce una sonrisa torcida, burlona. Nunca le había visto esta sonrisa, que se forma en sus labios pero la alegría no llega a sus ojos, están llenos de pena. ¿Pena por mí? Ridículo.
-Por supuesto que me la tienes que pagar. Es de un diseñador muy famoso, ¿Sabes?
Ups, ya la he cagado.
-Eh... lo siento mucho… pero es que aquí no tenemos dinero…
-¡Tonta! Te lo has creído, princesita. Mira que eres inocente.- ¡Lo conseguí! Ahora parece que sonríe de corazón. Pero decido que esto no puede esperar.
-Samuel… sobre lo que te he dicho antes…
-¡Sh! ¡No te preocupes! Será nuestro secreto.
Estamos un rato sentados en el camastro sin hablar, pero no es un silencio incómodo, más bien es como si me estuviera dando tiempo para que me recuperase. Este chico es una caja de sorpresas. El bosque está tranquilo, no hay ni rastro de la tormenta que nos obligó a parar nuestro viaje hace unos días. Recuerdo la tienda. Y el beso. ¿¡Es que no voy a poder estar tranquila un segundo!? ¿Dónde estará el muy ladino? Samuel me está mirando. ¿Se me notará lo que estoy pensando en la cara? No creo, soy casi una experta en ocultar mis sentimientos. Hacía más de dos años que no se los dejaba mostrar a nadie. Y no recordaba lo agradable que es. Me siento inclinada a confesarme con este chico de ojos tristes.
-¿Sabes? No lloraba así desde que supe que me mandaban aquí. Incluso entonces, me mostraba valiente y decidida delante de mi familia y mis amigos. Sólo me permitía llorar por las noches, en mi cuarto, cuando todos dormían. Víctor me decía que debía ser fuerte. Y lo he intentado, Samuel, lo he intentado. ¡He sobrevivido casi dos años y medio! ¿Quién me lo iba a decir? Una debilucha, una imperfecta.-Miro hacia arriba y veo que Samuel tiene los ojos clavados en mí. Le miro a los ojos, desafiante, pero no creo resultar muy convincente, después de tanto llorar. Como se le ocurra hacer una broma, lo mato.
-Maldigo el día en el que te declararon imperfecta, Gabriela. No puedes ser más perfecta. Pero, ¿Qué es la verdadera perfección? Tú eres una chica fuerte y buena. No deseas el mal a nadie. Prueba de ello es que todavía no me has tirado una piedra a la cabeza, o tirado por el acantilado… Seamos serios, eres más perfecta que yo. Y quien diga que tus ojos no son perfectos… ¡Por favor! Puedes derretir el hielo, cuando miras a alguien enfurecida. Y cuando están tristes esos ojitos tuyos, pueden ablandar el corazón de cualquiera, por muy impresentable o insensible que sea. En mi opinión, personas como tú son las que tienen la verdadera perfección. Pero si gente como tú liderara el mundo perfecto, princesita, esto no estaría pasando. ¡Niños condenados al destierro, como simple escoria, sólo porque no son como ellos quieren que sean! Deleznable.
Cada vez me sorprende más este Samuel. Dios mío, vaya don de la palabra.
-Tú sí que serías un buen presidente. Cuando vuelvas al mundo perfecto, intenta que esto que está pasando no vuelva a ocurrir. Haz que esto pare, por favor. Si me consideras tu amiga, hazlo por mí. Pero no vuelvas a buscarnos, Samuel. Este ya es nuestro mundo. No puedo imaginarme en otro lugar.
Siento su mirada clavada en mí, pero no puedo mirarle. Me intimida. Me coge el mentón con sus grandes manos, para obligarme a mirarle a los ojos. Me pierdo un buen rato en su mirada tormentosa, pero sorprendentemente fuerte y segura, hasta que rompe el silencio.
-Yo te considero algo más que mi amiga, Gabriela. Tú y tu bondad habéis hecho mella en mí. ¿Cómo crees que me sentí después de lo de mi hermana? Después de eso, pensaba que no volvería a sonreír. Pero tú lo has conseguido, princesita. Como te dije antes, ablandas el corazón de cualquiera.
Sus ojos son mucho más azules cuando se pone sentimental. Estamos peligrosamente cerca. Su mano todavía me retiene por la barbilla. Alza la otra para acariciarme suavemente la mejilla y retirarme un mechón de pelo de la cara. Debería apartarme. Entonces, ¿Por qué no lo hago? Me tiene atrapada como una araña a una mosca en su red. Pero no es por su mano, si no por sus ojos.
Se oye como una rama se parte cerca, a nuestra izquierda. Rápidamente, los dos miramos hacia allí. Álvaro está allí, muy quieto, oculto en parte por un árbol. Sale corriendo y yo intento salir detrás de él, pero mi pie lo impide.
-Yo iré.-me dice Samuel, y lo veo partir hacia la espesura. “Nunca lo encontrará”, pienso, Álvaro puede llegar a ser invisible cuando quiere, y más en su bosque.
¿Cuánto tiempo llevaría escuchando? ¿Qué habrá visto? ¿Se habrá enterado del motivo por el cual lloro? Pero, ¿Y a él que le importa? ¿No soy como su hermana? ¿Y qué si Samuel me considera más que una amiga? Eso no significa nada. ¿O sí? Me voy a volver loca. Mejor dicho, más loca de lo que estoy.

2 comentarios:

  1. Hola wapa!, gracias por pasarte por el club y comentar!

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    Mientras tanto, te deseo un buen Miércoles!, muak!

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    Respuestas
    1. Gracias a ti, por comentar en mi blog y darme la oportunidad de unirme al club!

      Pues sí, creo que me voy a animar. Ahora mismo escribo un email con la información que me has pedido.

      Buen Miércoles a ti también! Besitos :)

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