martes, 28 de agosto de 2012

Capítulo 5


Estoy delante de un gran espejo, como esos que había en mi casa en el mundo perfecto. La imagen que refleja es muy diferente a como soy ahora, pero podría ser mía de haberme quedado allí.
Mi yo alternativa va completamente a la moda existente cuando me fui. Mi pelo, de mi color natural, está recogido en un moño al lado, con unos mechones de colores sueltos a los lados de la cara. Estoy muy pálida, casi blanca. Mis labios están pintados en el mismo color de mi piel. Llevo una sombra de ojos naranja. Llevo un vestido azul muy ceñido, con flores verde pistacho. Una americana enorme color lavanda con hombreras y unas botas altas del mismo color rematan mi look colorido.

Mi habitación, tal y como la dejé, rebosa de vitalidad, a pesar de los múltiples aparatos tecnológicos. En la puerta, me espera Víctor, mi novio. Me coge de la mano y nos vamos a dar un paseo a la reserva biológica de nuestra ciudad, que cuenta con especies casi extintas por el efecto invernadero. Unos tipos verdaderamente egoístas, nuestros antepasados, los cuales nos dejaron este mundo casi en ruinas.
 Nos adentramos en una especie de bosque, el cual cada vez se parece más a un bosque que conozco muy bien. Asustada, miro a Víctor, que ya no es Víctor, si no Álvaro. Cuando llegamos al lago, éste muestra mi reflejo. Vuelvo a ser yo, con mi ropa vieja que me queda grande, mi pelo suelto, mi piel más tostada por el sol e imperfecta, toda llena de cicatrices.
Me despierto llorando.
-¿Un mal sueño?- Me pregunta Samuel. Está tumbado en el suelo, en una esterilla, entre Álvaro y yo. Aunque está sucia, es evidente que su ropa es lujosa y colorida, como la de mi sueño. Bueno, vale, un poco menos colorida.
-Ajá.-Le contesto. Hacía tiempo que no soñaba con mi antigua vida.
-Yo no puedo dormir… ¿Quieres ir a tomar el aire?-me pregunta. Por un instante, no sé qué responderle. Sólo por un instante.
-Vamos.
Todavía es de noche. Creo, por la posición de la luna, que deben de ser las tres de la madrugada.
-¿Cómo va tu herida?-pregunto. Se me había olvidado completamente.
-Mejor.-me dice. Parece ausente.
-Me alegro.
Estamos sentados en una roca al lado de la cueva. Hace fresco, pero se agradece. En estos días de verano tan calurosos, cualquier rastro de frialdad o humedad son bienvenidos. A lo lejos se pueden ver unas nubes de tormenta, tendremos que recoger suficiente agua y comida para unos cuantos días, y más ahora que somos tres.
-Em.… ¿Gabriela?-dice Samuel de repente.
-¿Sí?
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro. ¿Por qué no?-le contesto
-¿Álvaro es tu novio?- ¡Oh! No me esperaba esa pregunta para nada. Me pongo un poco nerviosa, aunque no sé por qué.
-Oh, no… ¿Por qué lo preguntas?
-No sé, como vivís los dos solos en esa cueva, y él parece molesto de que yo esté aquí…-hace una larga pausa-Entonces, ¿No tienes novio?
-Sí. –Contesto automáticamente.- Bueno, es decir, tenía algo así como un novio en el mundo perfecto, era muy pequeña para tener un novio en serio. Pero supongo que él ya tendrá a otra. ¿Puedes hacerme un favor?-le pregunto. ¿Por qué desperdiciar la oportunidad?
-Depende.
-Cuando encontremos a tu hermana y volváis a casa, si lo encuentras, dile que estoy bien, que no se preocupe por mí y que sea feliz.-Me he puesto sentimental. No me gusta que la gente me vea así, pero esto es muy importante para mí. Él era el único que me apoyaba cuando la gente me señalaba y se reía de mí. En el instituto me llamaban de todo. El mote más inofensivo que me pusieron fue “la loca de los ojos raros”.
-¿Cómo es? ¿Dónde puedo encontrarle?
-Bueno, Víctor vive en la capital. Tiene los ojos marrones, color chocolate con leche, y el pelo castaño cobrizo. Es, o era, más o menos como tú de alto. Ahora tendrá dieciocho años. Quería ser músico, toca, o por lo menos tocaba, la batería en una banda. No eran muy buenos.-se me escapa una risita tonta al recordar las tardes viendo sus ensayos.
-Un chico con suerte. –responde, y se queda callado.

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