miércoles, 22 de agosto de 2012

Capítulo 3

El chico, el cual ha tenido la amabilidad de decirme que se llama Samuel, me ha contado su historia. Vivía en el mundo perfecto con su hermana, Ana, de 15 años, hasta que la semana pasada se aprobó una ley que consideraba como imperfectos a los niños poco populares. Su hermana sufría bulling, por eso la destinaron aquí hace dos semanas más o menos. Después de eso, muchos padres se quejaron. Anularon la ley, pero cuando vinieron a buscarlos, sólo encontraron a 1 de cada 30 niños enviados. Dejaron la búsqueda, pero Samuel no quería aceptarlo y por eso se coló en una nave para buscarla. Lo cogieron los salvajes, pero pudo escapar antes de que le hicieran daño.




-Lo siento mucho, Samuel, pero no sé cómo ayudarte.-le confieso.

-Oh, venga, seguro que conoces estas tierras mejor que yo. Eso ya es algo.
-Es muy peligroso. Lo sabes. Además, ¡Tu hermana seguramente está muerta!- Entonces, por un instante me mira a los ojos y creo que va a llorar. Parece tan desolado, tan solo, tan desesperado…
-Eso es lo que me decían todos… pero la esperanza es lo último que se pierde, ¿No crees?- Sí, definitivamente está llorando. Qué bien, le he hecho llorar. Miro en silencio como llora, sintiendo cómo me reconcome la culpa, hasta que no aguanto más y le doy un abrazo. Todavía huele a perfume caro de hombre. Soy alta, aún así, sólo le llego a la barbilla, de modo que me recuesto en la base de su cuello.
-Venga, te voy a ayudar, no llores más. La vamos a encontrar fijo.
 Ya llevamos un rato así. Ya casi ha parado de llorar, pero ahí se está muy a gusto. No quiero moverme. Ojalá pudiese quedarme así para siempre.
-Ejem.-Se escucha a mi espalda. Samuel pega un salto, se seca las lágrimas que todavía le corren por la cara y coge uno de nuestros cuchillos. No me hace falta darme la vuelta, sé quién es, pero lo hago de todas formas.
-Samuel, suelta eso-le digo-es un amigo.-Al darme la vuelta veo que Álvaro trae fresas. Bien, me encantan las fresas. Es todo un lujo por aquí, ya que no abundan y es muy difícil encontrarlas
-¿Dónde has estado?
-Bueno, quería darte una sorpresa, Ella,- Sólo Álvaro me llama así. Dice que le parece un nombre extranjero y que, como su madre era extranjera, le recuerda a ella.-pero parece que la sorpresa me la has dado tú. ¿Quién es?
-No hables de mí como si no estuviera delante.- Todavía no ha soltado el cuchillo y se adelanta con aire desafiante. Así de cerca, resulta más que evidente las diferencias entre ellos. Álvaro está muy bronceado, y tiene unos ojos negrísimos, casi no se diferencian el iris de la pupila, lo que contrasta fuertemente con sus cabellos, rubios como el trigo. Sin embargo, Samuel tiene el pelo negro azabache, con el pelo cortado a la moda. Sus ojos son de un color muy poco común, un azul grisáceo, como una nube de tormenta. Samuel es ligeramente más alto, pero Álvaro es más musculoso. En cambio, algo tienen en común: son guapísimos. Las fuertes líneas de la mandíbula de Álvaro, junto a su nariz recta, sus altos y marcados pómulos, sus chispeantes ojos negros y sus labios finos le hacen parecer mayor de lo que en realidad es. Samuel, por el contrario, tiene un aire más juvenil, pero un aspecto digno de cualquier modelo, con unos enormes ojos de ese color azul tan peculiar, unos labios gruesos y definidos y la cara ligeramente alargada, con un prominente mentón. Me siento celosa de repente: ¿Por qué son tan guapos? Mientras pienso eso, me sonrojo ¿Qué habrá pensado Álvaro, al vernos abrazados? Pero… ¿Por qué pienso eso? Me da igual lo que Álvaro piense ¿O no? Se acercan más y más, con la amenaza brillando en sus ojos ¡Se van a matar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario